1 a los Corintios 15:54: "Y cuando esto, que es corruptible, se haya vestido de incorrupción, y esto, que es mortal, se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: «Devorada será la muerte por la victoria»."
Hoy escribo mientras veo uno de mis entretenimientos favoritos, que son los combates de boxeo de algunos sábados por la noche. Al boxeo me aficionó mi padre cuando pequeño, pues a él le gustaba ver combates míticos y grabar los campeonatos del mundo para que los viéramos juntos los domingos por la mañana. Y una cosa que aprendí de aquellos grandes combates, es que hasta que no te ha levantado el árbitro el puño, no tienes la victoria. Recuerdo combates donde el que parecía que iba perdiendo, en un puño afortunado de calidad, terminaba llevándose el campeonato. Recuerdo a Muhammad Ali en su pelea contra George Foreman en Zaire, que parecía que Alí estaba vencido hasta que una mano mandó a Foreman a la lona.
Me gusta comparar aspectos de la vida o del deporte con la vida de los hijos de Dios, y a veces, la vida cristiana, en toda su combatividad, se parece muchísimo a un combate de boxeo. Esto lo digo porque, en la vida cristiana, hay caídas, hay momentos de levantarse, hay momentos en los que nuestra esquina tira la toalla... pero al final cuando el árbitro levanta la mano se ve realmente quién es el vencedor. Y yo creo que el hecho de que nuestro Dios sea el árbitro, de que nuestro Dios sea nuestra fuerza, de que nuestro Dios sea la energía que nos mantiene rápidas las piernas y las manos nos hace luchar hacia una declarada victoria. Pero déjame decirte que es muy importante a quién pongas como tu entrenador. Porque si en tu esquina está el mundo, el mundo te va a fallar, el mundo va a tirar la toalla por ti, y en los momentos de dificultad, tú vas a caer con el mundo. Sin embargo, si Dios está en tu esquina, Él va a confiar ciegamente en ti, Él te va a dar fuerzas y las indicaciones perfectas para ganar, y finalmente obtendrás tu victoria y tu cinturón.
Yo no quiero escuchar las indicaciones de un mal entrenador que pueda fallarme, yo no quiero escuchar al público, ni a los periodistas, ni a nadie de los que hablan y critican mi combate a pesar de no conocer ni mi entrenamiento, ni las órdenes que me dio mi entrenador. Yo quiero escuchar al qué es árbitro, al que es juez, al que es mi entrenador, al que me enseña a boxear, al que me saco de las calles, y quiero escuchar al que inventó las reglas de este deporte. Tengo el plan de combate escrito en mi mesilla de noche, conexión directa con mi entrenador, tengo la seguridad en que Él me llevará a la victoria, y ahora sólo es necesario que yo combata. El enemigo está en frente... ¡A pelear! Amad@ lector@, Dios te bendiga.
Guille Alías - Semillas del alma
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