Mateo 5:9: "Dios bendice a los que procuran la paz, porque serán llamados hijos de Dios."
Hoy estaba entrenando, y en esos momentos de agotamiento físico en los que el cuerpo no puede, me paré y observé cómo el dueño de mi gimnasio jugaba con su hija de casi dos años. Y el modo de jugar que tenían, y de comportarse decía mucho del modo de ser de él como padre y de lo que él valoraba de ella. Él, como todos los padres y madres, estaba orgulloso de lo bueno que ve de él en ella. Los padres y madres que juegan a un deporte se alegran si sus hijos los imitan y quieren aprender. Da igual que sea boxeo que pádel, vela que rugby, y se suele decir esa frase de: "Es igualito que su papá/mamá". También ocurre con la música o cualquier habilidad que uno tenga y se reproduzca en sus hijos, también pasa con las pasiones, como los equipos de fútbol, las hermandades, los clubes a los que pertenecen o la afiliación política. Es un proceso que define la propia paternidad y como ésta se relaciona con el niño.
A su vez, nuestro Padre Dios también se complace en aquellas cualidades de Él, puestas por Él en nosotros y que brotan de nuestro comportamiento mostrándole a mundo que Él es. Sin embargo, tal es el componente agresivo y pendenciero, incluso a veces belicoso, que el corazón del ser humano encierra, que el Señor señala que aquellos que traen la paz serán llamados sus hijos. Él no se avergonzará de decir que son sus hijos cuando hable de aquellos que traen la paz, que son llamados pacificadores. Y es un punto importante el preguntarse si somos hombres y mujeres que traen la paz a este mundo, a nuestras ciudades, a nuestras familias, iglesias y comunidades vecinales. Hay que saber claramente de que lado estamos en los conflictos, del lado de la paz o del lado que aumenta hasta la batalla, del lado del pacto o del lado de la ruptura.
Y es que este versículo tiene otra lectura también. Porque nosotros usamos el nombre de Hijos de Dios, y sin embargo, Jesús dice que sólo aquellos que traen la paz, los pacíficos, los pacíficadores, los hombres y mujeres de pacto, pueden ser llamados hijos de Dios. Es quizás algo más que hay que añadir, no es la única condición, pero tenemos que tener esa condición en cuenta. Es decir, es necesario declarar con boca y corazón quien es el Señor, hay que creer y recibir a Jesús en tu corazón para ser hijo de Dios, hay que mostrar arrepentimiento... Pero el volverse de aquellos que traen la paz habla de lo que ocurre después. Y lo que ocurre cuando una mente y un corazón cambia, es que transforma la tendencia de guerra por una tendencia de paz, que trae la paz. Por eso, el que es cambiado por Dios, que se convierte en un pacificador, si puede ser llamado de verdad un hijo de Dios, y no antes. Amad@ lector@, Dios te bendiga.
Guille Alías - Semillas del alma