Romanos 12:2: "Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto."
Cuando yo era joven estaba convencido a favor del aborto, lo digo con vergüenza, porque era un niño engreído e insolente, pero estaba a favor de la píldora del día después, del aborto y de la experimentación con cadáveres de fetos humanos, no veía el dilema moral... Hasta que un día mi hermana mayor me enseñó el vídeo de un bebé a las ocho semanas y a las doce. Y el problema fue que al verlo me resultó tan evidente que era una persona que todo lo que había pensado antes perdió todo el sentido. Yo nunca más me planteé dilemas de ningún tipo al respecto, pasé en un día a pensar completamente distinto, tanto que la gente pensó que había perdido la cabeza, porque de la noche a la mañana me convertí en activista provida. Lo curioso es que luego, durante mi vida he cambiado de opinión sobre otros temas, pero nunca de manera tan clara y violenta como aquella.
Y es que, como han sabido siempre los grandes teóricos de la publicidad, no hay nada más potente para atraer tu atención y cambiar tu forma de pensar que una imagen muy impactante. Aún no se han contabilizado la cantidad de vidas que se salvaron de la droga por aquel anuncio de los noventa en que un gusano entraba por una nariz, yo no sé a ti, pero a mí me ayudó a tenerle un asco profundo a la cocaína y a otras drogas. Y no imagino cuantos se unieron a causas genocidas simplemente por una propaganda impactante, por una imagen en el pensamiento de personas que en principio no estaban inclinadas a ello. Porque se nos puede educar lentamente en muchas cosas pero nada tiene el valor de cambiar tu forma de pensar como lo cambia un momento de impacto que toque lo más profundo de tus emociones.
Y eso pasa en el momento en que uno tiene ese primer amor con Jesús, haya sido o no criado en una familia cristiana, esa primera experiencia "en el espíritu" cambia por dentro a todas las personas. Pero la madurez espiritual implica, según este versículo, seguir renovando nuestro modo de pensar, en un proceso continuo, y esto a veces puede ser difícil. Por eso yo suelo acudir en esos instantes a las imágenes de impacto, a las de aquellos hombres que vivieron para poder transmitir la fe, para vivir en fe, para escribir la Biblia. Pienso en Abraham, en José, pienso en Moisés y en David, en Ruth, en Ester, pienso en Juan, en María y en Pedro, en Pablo, en María Magdalena, en Isaías y Elías, pienso en tantos... Y cuando todo falla, pongo la imagen del Jesús de la Cruz ante mí, aunque tenga que hacerlo a través de alguna película, y me recuerdo que se compró con eso y quien es mi dueño, y mi forma de pensar cambia. Amad@ lector@, Dios te bendiga.
Guille Alías - Semillas del alma