Josué 9:14: "Los hombres de Israel tomaron parte de sus provisiones sin consultarlo con el Señor,"
El deporte es un mundo curioso, especialmente el deporte amateur. en el deporte amateur, a veces vemos como personas de lo más cabal, son capaces de perder completamente en la cabeza por ganar. Hasta el punto, que pueden vender su integridad, en forma de trampas, para ganar una copa de la cual nadie se va a acordar quince minutos después. Hay personas para las cuales ese momento de victoria puede ser el único momento de victoria de toda su vida. Lo que no saben aquellos que hacen trampas, es que la victoria, cuando se hace trampa, no tiene ningún sentido para uno mismo, pierde todo el valor para uno mismo, y el sinsabor que deja es tan amargo que uno solo quiere olvidar que ganó de la manera que ganó. Porque la integridad es de aquellas pocas cosas que uno puede vender y no recuperará jamás, ya nunca tendrás la sensación de ser íntegro, ni para sí mismo, ni para los demás.
Por eso hay que hacer las cosas del modo correcto, en la vida, igual que en el deporte es mejor perder, fracasar o caerse del modo correcto, que ganar, conseguir o permanecer de pie de un modo tramposo, ya sea a base de hacerlo sobre otras personas, o de utilizar trucos y engañifas ilegales. El gran problema es, que aunque intentamos no hacer trampas, somos incapaces en nuestra humanidad de no hacerlas. Y nos convencemos de que no son trampas o de que no es tan grave hacerlas, al fin y al cabo, todo el mundo roba, si yo robo, y todo el mundo lo hace, no es malo, es normal. Aunque intentamos ser limpios, aunque intentamos hacer las cosas bien, ser buenos, nos contaminamos de la mala praxis de otros que están a nuestro alrededor, quizás no eramos malos, pero el mundo nos hace malos. Y es imposible aislarse del mundo, es imposible ser ajeno a su influencia.
Por eso, de todas las cosas que pueden salir mal de nuestras acciones, la que depende de nosotros es precisamente el hacerle trampas a Dios, es el tratar, por nuestra cuenta, de anticiparnos a la voluntad de Dios y a sus planes. Cuando escondemos parte del botín para nosotros, cuando dejamos con vida a lo que Dios nos dijo que matáramos, cuando nos montamos en un barco en vez de ir a Nínive estamos haciendo trampas a Dios, cómo si Él no fuera a darse cuenta. Y muchas veces el actuar de este modo nos trae la derrota que asombrados nos pilla mientras le preguntamos a Dios porqué. Es como si después de hacer trampas nos sorprendiera que la sensación de vacío y molestar estuviera dentro de nosotros... Es lo menos que podía pasarnos. No creo que nadie pueda hacerle trampas al creador del juego y ganar, no creo que pueda hacerse, mejor no intentarlo siquiera. Amad@ lector@, Dios te bendiga.
Guille Alías - Semillas del alma