Romanos 5: 3-4: "También nos alegramos al enfrentar pruebas y dificultades porque sabemos que nos ayudan a desarrollar resistencia. Y la resistencia desarrolla firmeza de carácter, y el carácter fortalece nuestra esperanza segura de salvación."
"Ningún buen marinero se hizo en aguas tranquilas" dice el dicho popular. Hoy pensaba en una discusión que enfrenta a muchos entrenadores en mi region cuando afrontan la temporada con un equipo de bajo nivel. Esta discusión es acerca de si jugar la liga más complicada, o liga federativa, a la liga más sencilla, o Liga Municipal. Los que están a favor de una liga más sencilla argumentan que esto es necesario ya que es muy difícil o imposible para ellos motivar o enseñar algo en un contexto dónde se pierden los partidos por muchísimos puntos. Yo personalmente siempre he opinado que la motivación y el aprendizaje no dependen de los resultados sino de las metas que le pongamos a nuestro equipo antes de empezar la competición y cada partido.
Esto es como cuando en el Instituto, o en la universidad, te toca un profesor extremadamente duro contigo, extremadamente exigente que al principio es un fastidio y es muy difícil motivarse. Pero la única manera de superarlo es crecer mucho, por lo tanto me considero partidario de los contextos lo más difíciles posibles para jugadores, estudiantes y seres humanos en general que aspiren a un alto crecimiento y por lo tanto a alcanzar sus más altas potencialidades. Esto es un principio largamente explicado en la Biblia, ninguno de los grandes héroes de la fe es criado entre algodones y cuando sí lo es, como el caso de José, ha de pasar luego las más grandes dificultades para convertirse en un elegido ungido de Dios.
Por lo tanto, sigamos este consejo puesto en Romanos 5, alegrémonos al pasar pruebas difíciles porque son un significado claro de que Dios tiene para nosotros grandes metas, de que Dios tiene para nosotros un objetivo mayor y por lo tanto Dios tiene un propósito grande para nuestra vida. Nadie debe esperar llegar a ser grande en el reino de Dios sin subir cada uno de los peldaños, y por lo tanto, sin pagar el precio que conlleva. Estamos en un tiempo en qué hemos pasado a creer que las cosas no tienen precio. Pero a Jesús le costó un gran precio y a nosotros el crecimiento nos costará nuestro precio. Amad@ lector@, Dios te bendiga.
Guille Alías - Semillas del alma