jueves, 7 de septiembre de 2017

El terco 08/09/2017

Proverbios 18:12: "El orgullo humano es presagio del fracaso; la humildad es preludio de la gloria."

Recuerdo, de mis primeros años de entrenador ser un chico orgulloso, pero luego fui madurando a la sombra de alguno de mis profesores y me convertí en alguien que escuchaba más y hablaba menos. Recuerdo entonces haber visto en otros chicos lo que yo era entonces, un terco de libro. Hubo un chico que destacó en esto sobre los demás, yo le vi un día jugando y empezamos a hablar, pero a pesar de que apenas tenía diez u once años, se negó siempre a que le corrigiera, él decía que ya sabía y que no necesitaba que nadie le "mandara". Nunca pude comprender el origen de tan grande orgullo, porque además le perdí la pista a aquel chico, pero fue el único chico al que no pude enseñarle nada, porque los canales de comunicación los tenía bloqueados por el orgullo, y desde luego, como jugador de baloncesto nunca llegó demasiado lejos.

Pero esto no es exclusivo de chicos marginales lanzando en una cancha solitaria, las personas somos en gran medida orgullosas, prueba de ello es cuando queremos aprender algo pero no queremos que alguien lo haga y nos muestre, sólo que nos digan como hacerlo, así son mis padres cuando necesitan que les expliques algo del ordenador, dicen que les digas cómo hacerlo, pero su orgullo les impide que te coloques en la posición de profesor, porque sería admitir con nuestros actos nuestra falta de autosuficiencia, nuestra incapacidad de manejar los parámetros de nuestra necesidad. El orgullo es un enemigo muy sutil, te hace sentir confortable para que no salgas de ese confort, pero por eso mismo te evita vivir y aprender de las mejores cosas de la vida, cierra los canales de comunicación y aprendizaje.

Por eso es una constante prevención en toda la palabra de Dios, la lucha contra el orgullo, porque te puede evitar entender tu propio pecado, tu necesidad de crecimiento como cristiano o incluso tu santidad. Aún así Dios tiene previstas curas para el orgullo, Él sabe que una cura de humildad mata al orgullo, que una situación que no somos capaces de afrontar nos hace darnos cuenta de lo pequeñitos que somos. Sólo cuando asumimos que somos pequeños, frágiles y débiles se nos cae esa imagen confortable, y vemos la necesidad de escuchar al maestro, de cerrar la boca y escuchar la palabra de Dios, porque tenemos la condición real de necesitarla. El orgulloso no se convierte hermano, por eso no llega lejos, sólo el humilde obtiene la victoria que es en Jesús, por toda la eternidad. Amad@ lector@, Dios te bendiga.

Guille Alías - Semillas del alma

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